¡Por fin, por fin! He terminado el capítulo tres de mi fic Prince. Algunos ya me lo estaban pidiendo, otros prometieron que me darían ideas y no lo han hecho, pero bueno, ya está aquí. Quería acabarlo junto con la página principal (que, si han notado, sigue en construcción), pero tuve que escoger uno u otro. Ya me falta poco para terminar la página, así que no desesperen. Por lo mientras lean el capítulo tres, que es extraordinariamente largo en comparació con los anteriores, y dejen comentarios, que serán bien recibidos.
La siguiente clase de pociones no sería hasta el miércoles, por lo que Morrigan tenía tiempo para planear detenidamente su siguiente castigo. Jane se había cansado de verla trabajar en su lugar habitual frente a la chimenea, con libros de pociones, pergamino, jugo de calabaza y chocolate, por lo que decidió dejarla y ponerse a platicar con Axel y Marianne, chicas de su año menos raras que Morgana.
----
Severus Snape también se encontraba inmerso en su trabajo, pero él no estaba rodeado de libros, sino removiendo diligentemente su caldero. Una ligera neblina morada cubría la superficie de su poción, pero al parecer era lo que esperaba, puesto que el profesor no mostraba signos de preocupación.
Era tal su destreza en la preparación de las pociones que no necesitaba pensar en ellas, en cambio, no podía sacarse de la cabeza una escena de unos años atrás, en Halloween: una casa destruida, con la luna llena detrás rodeada por un aro de colores, entre las nubes. No podía olvidar el inquietante silencio que rodeaba la zona.
-------
El miércoles Morgana lucía serena. -Casi demasiado- pensó Jane. Tratándose de un día en que tenían pociones eso era muy raro. -Tal vez haya entrado en razón por fin.-
Pero se equivocaba, cuando se acercó a la mesa del comedor en donde se encontraba Morgana pudo ver que ésta leía El Profeta con seriedad, pero sin poder contener una sonrisa de autosuficiencia. Las esperanzas de que su amiga volviera a la normalidad, si es que alguna vez había sido normal, se esfumaron. No presagiaba nada bueno esa sonrisa.
-¿Qué tienes pensado para hoy?- le preguntó Jane sirviéndose una tostada.
-¡Ahh, qué bueno que me lo preguntas!- contestó Morrigan poniendo una cara de musa autoiluminada. –Nada.-
-¿Nada?-
-Como lo oyes, querida Whistler, no voy a hacer nada.- (¿qué habrá comido hoy?-pensó Jane- Nunca me llama por mi apellido.)
-¿Y se puede saber por qué?- le preguntó Jane.
-Lo sabrás a su debido tiempo. Pero no te preocupes, no es nada que pueda hacer que te expulsen por estar conmigo- dijo a su vez Morgana.
-Si tu lo dices.- concedió Jane, suspirando.
Terminaron su desayuno y se pusieron los guantes. El tiempo se estaba poniendo festivo definitivamente, puesto que hacía frío y muy pronto nevaría. No les hacía mucha gracia tener clase en los invernaderos, pero Morrigan nunca se quejaba del frío. Al parecer le gustaba, mientras que a Jane le dolía todo y siempre tenía que cargar con más capas de lo normal. En segundo año Morrigan se había hecho su amiga, y cada invierno le preparaba una poción muy espesa para el dolor de piernas. –Bueno no todo es malo con ella- pensó Jane- tengo la impresión de que nunca me aburriré a su lado.-
Regresaron del invernadero húmedas y llenas de tierra. Fueron a los dormitorios a cambiarse, pues no volverían a tener clases al aire libre hasta el viernes.
-¡Vaya, veo que lo que te dijo Snape sobre tus manos era verdad, las cuidas demasiado!- exclamó de pronto Jane.
-Cállate si no quieres aparecer en El Profeta mañana- replicó Morgana.
Pero era verdad, en ese momento Morrigan se encontraba realizando un hechizo para sacar la tierra de debajo de las uñas.
Jane lanzó una risita antes de comentar: -Veo que por lo menos puedes ser tan vanidosa como cualquier chica normal, Morgana.-
-No me compares, que ya me estoy imaginando los titulares de mañana: “Estudiante asesinada misteriosamente en Hogwarts. La acribillaron con una lima de uñas extrañamente afilada”.-
-¡Ja, ja, ja, qué graciosa!- bufó Jane, pero al parecer consideraba que Morrigan podía decirlo en serio, por lo que no siguió hablando.
Después de cambiarse bajaron a Transformaciones. La profesora McGonagall les tenía preparada una sorpresa, tenían que cambiar de color a los sapos que llevaba en una caja. Generalmente cuando cambiaban de color algún objeto o animal tenían que cambiarlo también de forma, pero para cambiar sólo de color necesitaban mucha concentración y completo dominio de sus poderes.
-¡Bien, señorita Morrigan!- dijo la profesora cuándo ésta logró transformar su sapo a color morado.-Todos los demás tienen que hacer de tarea una redacción acerca de los problemas con la permutación de color en animales vertebrados.-
Morgana esbozó su mejor sonrisa arrogante. Sabía que era la mejor en Transformaciones, no creía que fuera necesario ocultarlo. Con la misma sonrisa llegó a la mazmorra de Pociones, olvidando a quién encontraría dentro.
-Silencio- dijo Snape, abriendo la puerta para que entraran los alumnos. Jane le había comentado a Morrigan que cuando Snape abría la puerta de esa forma (la mayoría de las veces) sentía que la presión le subía a 300. Morgana, claro, sólo se había reído de ella.
-Pero si sólo es huraño-le había dicho-no tienes por qué tenerle miedo.- Jane no había concordado con ella, ni ese momento ni nunca.
Ahora Morgana volvía a menospreciar el miedo de su amiga al maestro, y, sin borrar la sonrisa con la que había salido de Transformaciones, entró a la mazmorra. Se propuso ser encantadora, sin levantar sospechas, claro. Para empezar cambió sus sonrisa cínica por una más recatada. Hizo su mejor papel de escucha durante la clase y cuando Jane le quiso hacer un comentario simplemente no la escuchó. Si Snape se dio cuenta de este comportamiento en Morgana no lo dio a entender.
A la hora de preparar las pociones, mientras Snape recorría el aula, Morgana le dirigió miradas furtivas. Estaba segura de que sentía su mirada, aunque no lo expresara. Cuando Snape pasó a su lado observó su poción más detenidamente que de costumbre. Sin duda la manera de actuar de Morrigan lo había inquietado, y estaba buscando quitarle puntos a su casa para desquitarse. Como no encontró ningún error, regresó a grandes y ruidosos pasos hasta su mesa.
-¡Tarea!- dijo Snape al fin, lo que provocó un gran ¡ahhh! de decepción por parte de los alumnos. -Hacer una redacción acerca de las propiedades intensificadoras de pociones del Hisopo de 50 centímetros de pergamino.- (Murmullos de desaprobación por parte del grupo). – Y ya que están tan interesados en el tema, como lo demuestran sus animados comentarios, van a leer un ensayo que escribí acerca de las pociones potenciadas por el Hisopo y sus posibles efectos secundarios. ¡Whistler, ven y reparte las copias! Quiero un comentario de 20 centímetros sobre el ensayo.-
-Maldito Snape, nunca voy a acabar su tarea, con todo lo que tenemos que hacer y los entrenamientos de quidditch.- protestó Favell a la salida de la clase.
-Por cierto, Favell- inquirió entonces Morgana, que iba detrás de él con Jane- ¿Cuántas palabras lees por minuto? ¿Diez?-
-Vámonos, Julian, no tienes que soportar a la Ricitos de oro- espetó una chica con cara de pocos amigos.
-Enternecedor- contestó Morgana, como si se hubieran dirigido a ella – pero créeme, así no lo vas a conquistar, creo que le gusta que lo traten mal.-
Favell seguía rojo cuando las chicas entraron al gran comedor, mucho más tarde.
------
Jane ya se estaba cansando de los constantes cambios de ánimo de Morgana. Primero había estado feliz (-eufórica- pensó Jane). Después se había peleado con Favell, o lo que, en palabras de Jane, significaba que estaba en forma y completamente segura de sí misma. Ahora, se encontraba pensativa y distraída. A duras penas estaba comiendo, mientras miraba fijamente un punto entre los chícharos y el pastel de repollo. No se veía contenta, al contrario, tenía el semblante preocupado. De vez en cuando sacaba un largo pergamino de su bolsa y lo releía de principio a fin.
-Se me va a pegar la lengua al paladar de hablar tan poco- dijo Jane en voz alta, pero Morrigan ni se enteró, seguía con la mirada perdida. Jane llegó incluso a voltear hacia el lugar al que miraba Morgana, esperando encontrarse con Snape, pero sólo vio el filo de la mesa y una de las ventanas grandes desde la que se veía el lago. Decidió no tratar de descifrar en qué pensaba su amiga, y se puso a platicar con sus compañeras curso.
Favell llegó tarde al gran comedor ese día, pues había tenido que ir urgentemente a volverse a peinar y estar presentable para sus admiradoras durante la hora de la cena. Se sentó en un extremo de la mesa de Gryffindor, cerca de la ventana, y se sorprendió de sentir una mirada extraña sobre él. No era de ninguna chica de tercero o cuarto, las cuales siempre lo miraban y soltaban risitas tontas. Era Morrigan, y por la forma de mirarlo parecía que trataba de embrujarlo. No pestañeaba, no desviaba la mirada, no se movía, como si estuviera concentrada en cada movimiento y facción suya. Él la miró un momento, incómodo, y después se removió en su asiento para que lo dejara de mirar. No funcionó.
- Tal vez se sienta enferma.-pensó una parte de su cerebro.
- No creo.- le contestó otra- Ayer le dijo algo extraño a Katherine sobre conquistarme.-
- ¿Y si está enamorada de mí?- concluyó, y este pensamiento lo hizo ruborizarse aún más que el día anterior. Sólo dejó de pensar en ello cuando una de sus fans de cuarto año exclamó a sus amigas:
- ¡Miren, se ve tan bien cuando se pone rojo!
Por lo que trató de recuperar la compostura.
-------
Llegó el viernes, y con él la entrega de las redacciones de pociones. Los Gryffindors estaban agobiados debido a ellas, y no pocos trataron de hacer que sus pergaminos se autoalargaran mediante hechizos. Unos cuantos trataron de hacer que el profesor Snape se rompiera una pierna, pero ninguno logró su cometido, por lo que tuvieron que trabajar muy duro (saltándose el desayuno e incluso la comida) para entregarlas a tiempo.
Morrigan parecía no preocuparse, ya tenía sus pergaminos en la mochila y desayunó (y comió) con toda la calma del mundo. Jane pensaba que no le había costado mucho criticar el ensayo de Snape, pues sólo debía decir pestes de él para conseguir que el maestro la castigara de nuevo.
Todos estaban nerviosos cuando llegaron a las mazmorras para la clase, no por las redacciones, sino por las valoraciones que poseyeran sus comentarios. Sin duda nadie querría contrariar a Snape diciendo que su ensayo era aburrido o poco claro. Él no olvidaría nunca a aquél que osara a criticar su forma de escribir.
Cuando se abrió la puerta de la mazmorra reinaba un extraño silencio, raro incluso para la clase de pociones. Snape se limitó a abrir la puerta sin hacer ruido alguno, y uno por uno fueron entrando y dejando sus pergaminos en la mesa del maestro.
Apenas había llegado Snape a su mesa cuando la puerta volvió a abrirse. Era Favell, que había estado trabajando todo el día en las redacciones (era de los que se habían saltado el desayuno y la comida).
-¡Diez puntos menos para Gryffindor, y si te vuelvo a pescar tratando de tirarme de la escalera serán cien!- le dijo Snape con voz queda, pero fría y llena de odio. –Ahora, quiero escuchar sus opiniones acerca del ensayo que leyeron.- Los Gryffindors, excepto Morrigan, se miraron entre ellos, agitados. Temían que el profesor los pusiera a explicar en voz alta lo que tan difícilmente habían escrito.
-¡Cardbury!
-¿Sí, señor?
-¿Qué te pareció el ensayo?
¿Cómo decirle que le había resultado muy técnico y nada apropiado para su nivel sin perder puntos para su casa?
-Muy bueno, señor.- mintió.
-Te recuerdo que no debes limitarte a hacer valoraciones subjetivas, sino criticar de forma sustentada las ideas expresadas en el ensayo.- puntualizó Snape.
-S..sí, señor.-
-¿McMillan?- Era el turno de un Slytherin.
-Está excelentemente bien escrito, profesor.- contestó MacMillan con entusiasmo.-explica a detalle los efectos secundarios producidos por dosis inexactas.-
-Bien, 20 puntos más para Slytherin.-
McMillan miró a su alrededor con petulancia.
-Si ese comentario no es subjetivo yo soy el Yeti.- se oyó por lo bajo.
-¿Qué decía, señorita Morrigan?- espetó Snape.
-Digo que el ensayo está muy bien escrito.- Jane la miró como si estuviera loca.- Nunca falta una coma, las ideas están perfectamente bien desarrolladas, sus oraciones están construidas con un sentido de buen gusto y armonía tan abrumador... que me dio una infinita pereza leerlo.-
La clase dejó caer las plumas. Un rictus de odio y sorpresa cruzó la cara de Snape, hasta que se controló y masculló mirándola directamente a los ojos:
-Me parece que le gusta quedarse castigada, Morrigan. ¿No será que lo está haciendo adrede por alguna extraña razón?-
Morgana desvió la mirada antes de contestar:
-Sería lo último que desearía en el mundo, aunque le decepcione.-
Las aletas de la nariz del profesor se hincharon como las de un toro antes de embestir.
-Pues si no lo está haciendo a propósito está cometiendo muchas estupideces últimamente- gruñó antes de darse la vuelta para regresar a su escritorio.- A propósito, una semana de castigos a partir del lunes a las seis de la tarde, Morrigan- concluyó triunfante.
-----------
-¡No puedo creer que lo hayas logrado!- le dijo Jane a Morgana durante la cena- ¡Una semana de castigos!-
-No grites- protestó Morgana.- Está bien que quiera que me castigue, pero no quiero que todo Hogwarts se entere.-
-¿Pero, qué vas a hacer con las tareas?
-Ya me las arreglaré.
----------
Snape no había ido a cenar, había aparecido una bandeja de sandwiches y los comía mientras revisaba las críticas a su ensayo, pobremente argumentadas para su gusto. Pero no avanzaba en la corrección de las tareas, se había detenido leyendo una y otra vez la redacción de Morgana.
No decía nada remotamente parecido a lo que había comentado en clase. Se notaba que la chica había leído el ensayo con interés, que lo había entendido y había buscado en por lo menos cinco libros más cada definición y tecnicismo de la lectura. ¿Cómo era posible que comentara aquello en clase? Sin duda sólo quería alterarlo, ponerlo en vergüenza ante los demás. ¿Y por qué había cambiado tanto su actitud en clase de un día a otro?
Pero lo que más intrigaba a Snape era otra cosa: ¿Por qué había desviado la mirada deliberadamente cuando él le preguntó si lo hacía a propósito? No podía saber que él era un experto en Oclumancia, ¿o sí? Tendría que averiguarlo durante esa semana de castigos.
Princesa Mestiza
Capítulo 3. Oclumancia
La siguiente clase de pociones no sería hasta el miércoles, por lo que Morrigan tenía tiempo para planear detenidamente su siguiente castigo. Jane se había cansado de verla trabajar en su lugar habitual frente a la chimenea, con libros de pociones, pergamino, jugo de calabaza y chocolate, por lo que decidió dejarla y ponerse a platicar con Axel y Marianne, chicas de su año menos raras que Morgana.
----
Severus Snape también se encontraba inmerso en su trabajo, pero él no estaba rodeado de libros, sino removiendo diligentemente su caldero. Una ligera neblina morada cubría la superficie de su poción, pero al parecer era lo que esperaba, puesto que el profesor no mostraba signos de preocupación.
Era tal su destreza en la preparación de las pociones que no necesitaba pensar en ellas, en cambio, no podía sacarse de la cabeza una escena de unos años atrás, en Halloween: una casa destruida, con la luna llena detrás rodeada por un aro de colores, entre las nubes. No podía olvidar el inquietante silencio que rodeaba la zona.
-------
El miércoles Morgana lucía serena. -Casi demasiado- pensó Jane. Tratándose de un día en que tenían pociones eso era muy raro. -Tal vez haya entrado en razón por fin.-
Pero se equivocaba, cuando se acercó a la mesa del comedor en donde se encontraba Morgana pudo ver que ésta leía El Profeta con seriedad, pero sin poder contener una sonrisa de autosuficiencia. Las esperanzas de que su amiga volviera a la normalidad, si es que alguna vez había sido normal, se esfumaron. No presagiaba nada bueno esa sonrisa.
-¿Qué tienes pensado para hoy?- le preguntó Jane sirviéndose una tostada.
-¡Ahh, qué bueno que me lo preguntas!- contestó Morrigan poniendo una cara de musa autoiluminada. –Nada.-
-¿Nada?-
-Como lo oyes, querida Whistler, no voy a hacer nada.- (¿qué habrá comido hoy?-pensó Jane- Nunca me llama por mi apellido.)
-¿Y se puede saber por qué?- le preguntó Jane.
-Lo sabrás a su debido tiempo. Pero no te preocupes, no es nada que pueda hacer que te expulsen por estar conmigo- dijo a su vez Morgana.
-Si tu lo dices.- concedió Jane, suspirando.
Terminaron su desayuno y se pusieron los guantes. El tiempo se estaba poniendo festivo definitivamente, puesto que hacía frío y muy pronto nevaría. No les hacía mucha gracia tener clase en los invernaderos, pero Morrigan nunca se quejaba del frío. Al parecer le gustaba, mientras que a Jane le dolía todo y siempre tenía que cargar con más capas de lo normal. En segundo año Morrigan se había hecho su amiga, y cada invierno le preparaba una poción muy espesa para el dolor de piernas. –Bueno no todo es malo con ella- pensó Jane- tengo la impresión de que nunca me aburriré a su lado.-
Regresaron del invernadero húmedas y llenas de tierra. Fueron a los dormitorios a cambiarse, pues no volverían a tener clases al aire libre hasta el viernes.
-¡Vaya, veo que lo que te dijo Snape sobre tus manos era verdad, las cuidas demasiado!- exclamó de pronto Jane.
-Cállate si no quieres aparecer en El Profeta mañana- replicó Morgana.
Pero era verdad, en ese momento Morrigan se encontraba realizando un hechizo para sacar la tierra de debajo de las uñas.
Jane lanzó una risita antes de comentar: -Veo que por lo menos puedes ser tan vanidosa como cualquier chica normal, Morgana.-
-No me compares, que ya me estoy imaginando los titulares de mañana: “Estudiante asesinada misteriosamente en Hogwarts. La acribillaron con una lima de uñas extrañamente afilada”.-
-¡Ja, ja, ja, qué graciosa!- bufó Jane, pero al parecer consideraba que Morrigan podía decirlo en serio, por lo que no siguió hablando.
Después de cambiarse bajaron a Transformaciones. La profesora McGonagall les tenía preparada una sorpresa, tenían que cambiar de color a los sapos que llevaba en una caja. Generalmente cuando cambiaban de color algún objeto o animal tenían que cambiarlo también de forma, pero para cambiar sólo de color necesitaban mucha concentración y completo dominio de sus poderes.
-¡Bien, señorita Morrigan!- dijo la profesora cuándo ésta logró transformar su sapo a color morado.-Todos los demás tienen que hacer de tarea una redacción acerca de los problemas con la permutación de color en animales vertebrados.-
Morgana esbozó su mejor sonrisa arrogante. Sabía que era la mejor en Transformaciones, no creía que fuera necesario ocultarlo. Con la misma sonrisa llegó a la mazmorra de Pociones, olvidando a quién encontraría dentro.
-Silencio- dijo Snape, abriendo la puerta para que entraran los alumnos. Jane le había comentado a Morrigan que cuando Snape abría la puerta de esa forma (la mayoría de las veces) sentía que la presión le subía a 300. Morgana, claro, sólo se había reído de ella.
-Pero si sólo es huraño-le había dicho-no tienes por qué tenerle miedo.- Jane no había concordado con ella, ni ese momento ni nunca.
Ahora Morgana volvía a menospreciar el miedo de su amiga al maestro, y, sin borrar la sonrisa con la que había salido de Transformaciones, entró a la mazmorra. Se propuso ser encantadora, sin levantar sospechas, claro. Para empezar cambió sus sonrisa cínica por una más recatada. Hizo su mejor papel de escucha durante la clase y cuando Jane le quiso hacer un comentario simplemente no la escuchó. Si Snape se dio cuenta de este comportamiento en Morgana no lo dio a entender.
A la hora de preparar las pociones, mientras Snape recorría el aula, Morgana le dirigió miradas furtivas. Estaba segura de que sentía su mirada, aunque no lo expresara. Cuando Snape pasó a su lado observó su poción más detenidamente que de costumbre. Sin duda la manera de actuar de Morrigan lo había inquietado, y estaba buscando quitarle puntos a su casa para desquitarse. Como no encontró ningún error, regresó a grandes y ruidosos pasos hasta su mesa.
-¡Tarea!- dijo Snape al fin, lo que provocó un gran ¡ahhh! de decepción por parte de los alumnos. -Hacer una redacción acerca de las propiedades intensificadoras de pociones del Hisopo de 50 centímetros de pergamino.- (Murmullos de desaprobación por parte del grupo). – Y ya que están tan interesados en el tema, como lo demuestran sus animados comentarios, van a leer un ensayo que escribí acerca de las pociones potenciadas por el Hisopo y sus posibles efectos secundarios. ¡Whistler, ven y reparte las copias! Quiero un comentario de 20 centímetros sobre el ensayo.-
-Maldito Snape, nunca voy a acabar su tarea, con todo lo que tenemos que hacer y los entrenamientos de quidditch.- protestó Favell a la salida de la clase.
-Por cierto, Favell- inquirió entonces Morgana, que iba detrás de él con Jane- ¿Cuántas palabras lees por minuto? ¿Diez?-
-Vámonos, Julian, no tienes que soportar a la Ricitos de oro- espetó una chica con cara de pocos amigos.
-Enternecedor- contestó Morgana, como si se hubieran dirigido a ella – pero créeme, así no lo vas a conquistar, creo que le gusta que lo traten mal.-
Favell seguía rojo cuando las chicas entraron al gran comedor, mucho más tarde.
------
Jane ya se estaba cansando de los constantes cambios de ánimo de Morgana. Primero había estado feliz (-eufórica- pensó Jane). Después se había peleado con Favell, o lo que, en palabras de Jane, significaba que estaba en forma y completamente segura de sí misma. Ahora, se encontraba pensativa y distraída. A duras penas estaba comiendo, mientras miraba fijamente un punto entre los chícharos y el pastel de repollo. No se veía contenta, al contrario, tenía el semblante preocupado. De vez en cuando sacaba un largo pergamino de su bolsa y lo releía de principio a fin.
-Se me va a pegar la lengua al paladar de hablar tan poco- dijo Jane en voz alta, pero Morrigan ni se enteró, seguía con la mirada perdida. Jane llegó incluso a voltear hacia el lugar al que miraba Morgana, esperando encontrarse con Snape, pero sólo vio el filo de la mesa y una de las ventanas grandes desde la que se veía el lago. Decidió no tratar de descifrar en qué pensaba su amiga, y se puso a platicar con sus compañeras curso.
Favell llegó tarde al gran comedor ese día, pues había tenido que ir urgentemente a volverse a peinar y estar presentable para sus admiradoras durante la hora de la cena. Se sentó en un extremo de la mesa de Gryffindor, cerca de la ventana, y se sorprendió de sentir una mirada extraña sobre él. No era de ninguna chica de tercero o cuarto, las cuales siempre lo miraban y soltaban risitas tontas. Era Morrigan, y por la forma de mirarlo parecía que trataba de embrujarlo. No pestañeaba, no desviaba la mirada, no se movía, como si estuviera concentrada en cada movimiento y facción suya. Él la miró un momento, incómodo, y después se removió en su asiento para que lo dejara de mirar. No funcionó.
- Tal vez se sienta enferma.-pensó una parte de su cerebro.
- No creo.- le contestó otra- Ayer le dijo algo extraño a Katherine sobre conquistarme.-
- ¿Y si está enamorada de mí?- concluyó, y este pensamiento lo hizo ruborizarse aún más que el día anterior. Sólo dejó de pensar en ello cuando una de sus fans de cuarto año exclamó a sus amigas:
- ¡Miren, se ve tan bien cuando se pone rojo!
Por lo que trató de recuperar la compostura.
-------
Llegó el viernes, y con él la entrega de las redacciones de pociones. Los Gryffindors estaban agobiados debido a ellas, y no pocos trataron de hacer que sus pergaminos se autoalargaran mediante hechizos. Unos cuantos trataron de hacer que el profesor Snape se rompiera una pierna, pero ninguno logró su cometido, por lo que tuvieron que trabajar muy duro (saltándose el desayuno e incluso la comida) para entregarlas a tiempo.
Morrigan parecía no preocuparse, ya tenía sus pergaminos en la mochila y desayunó (y comió) con toda la calma del mundo. Jane pensaba que no le había costado mucho criticar el ensayo de Snape, pues sólo debía decir pestes de él para conseguir que el maestro la castigara de nuevo.
Todos estaban nerviosos cuando llegaron a las mazmorras para la clase, no por las redacciones, sino por las valoraciones que poseyeran sus comentarios. Sin duda nadie querría contrariar a Snape diciendo que su ensayo era aburrido o poco claro. Él no olvidaría nunca a aquél que osara a criticar su forma de escribir.
Cuando se abrió la puerta de la mazmorra reinaba un extraño silencio, raro incluso para la clase de pociones. Snape se limitó a abrir la puerta sin hacer ruido alguno, y uno por uno fueron entrando y dejando sus pergaminos en la mesa del maestro.
Apenas había llegado Snape a su mesa cuando la puerta volvió a abrirse. Era Favell, que había estado trabajando todo el día en las redacciones (era de los que se habían saltado el desayuno y la comida).
-¡Diez puntos menos para Gryffindor, y si te vuelvo a pescar tratando de tirarme de la escalera serán cien!- le dijo Snape con voz queda, pero fría y llena de odio. –Ahora, quiero escuchar sus opiniones acerca del ensayo que leyeron.- Los Gryffindors, excepto Morrigan, se miraron entre ellos, agitados. Temían que el profesor los pusiera a explicar en voz alta lo que tan difícilmente habían escrito.
-¡Cardbury!
-¿Sí, señor?
-¿Qué te pareció el ensayo?
¿Cómo decirle que le había resultado muy técnico y nada apropiado para su nivel sin perder puntos para su casa?
-Muy bueno, señor.- mintió.
-Te recuerdo que no debes limitarte a hacer valoraciones subjetivas, sino criticar de forma sustentada las ideas expresadas en el ensayo.- puntualizó Snape.
-S..sí, señor.-
-¿McMillan?- Era el turno de un Slytherin.
-Está excelentemente bien escrito, profesor.- contestó MacMillan con entusiasmo.-explica a detalle los efectos secundarios producidos por dosis inexactas.-
-Bien, 20 puntos más para Slytherin.-
McMillan miró a su alrededor con petulancia.
-Si ese comentario no es subjetivo yo soy el Yeti.- se oyó por lo bajo.
-¿Qué decía, señorita Morrigan?- espetó Snape.
-Digo que el ensayo está muy bien escrito.- Jane la miró como si estuviera loca.- Nunca falta una coma, las ideas están perfectamente bien desarrolladas, sus oraciones están construidas con un sentido de buen gusto y armonía tan abrumador... que me dio una infinita pereza leerlo.-
La clase dejó caer las plumas. Un rictus de odio y sorpresa cruzó la cara de Snape, hasta que se controló y masculló mirándola directamente a los ojos:
-Me parece que le gusta quedarse castigada, Morrigan. ¿No será que lo está haciendo adrede por alguna extraña razón?-
Morgana desvió la mirada antes de contestar:
-Sería lo último que desearía en el mundo, aunque le decepcione.-
Las aletas de la nariz del profesor se hincharon como las de un toro antes de embestir.
-Pues si no lo está haciendo a propósito está cometiendo muchas estupideces últimamente- gruñó antes de darse la vuelta para regresar a su escritorio.- A propósito, una semana de castigos a partir del lunes a las seis de la tarde, Morrigan- concluyó triunfante.
-----------
-¡No puedo creer que lo hayas logrado!- le dijo Jane a Morgana durante la cena- ¡Una semana de castigos!-
-No grites- protestó Morgana.- Está bien que quiera que me castigue, pero no quiero que todo Hogwarts se entere.-
-¿Pero, qué vas a hacer con las tareas?
-Ya me las arreglaré.
----------
Snape no había ido a cenar, había aparecido una bandeja de sandwiches y los comía mientras revisaba las críticas a su ensayo, pobremente argumentadas para su gusto. Pero no avanzaba en la corrección de las tareas, se había detenido leyendo una y otra vez la redacción de Morgana.
No decía nada remotamente parecido a lo que había comentado en clase. Se notaba que la chica había leído el ensayo con interés, que lo había entendido y había buscado en por lo menos cinco libros más cada definición y tecnicismo de la lectura. ¿Cómo era posible que comentara aquello en clase? Sin duda sólo quería alterarlo, ponerlo en vergüenza ante los demás. ¿Y por qué había cambiado tanto su actitud en clase de un día a otro?
Pero lo que más intrigaba a Snape era otra cosa: ¿Por qué había desviado la mirada deliberadamente cuando él le preguntó si lo hacía a propósito? No podía saber que él era un experto en Oclumancia, ¿o sí? Tendría que averiguarlo durante esa semana de castigos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario